Al rescate del compadre Yeyo

Al rescate del compadre Yeyo

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La rica dinámica del barrio cubano ha dado en el último medio siglo  personajes significativos para la idiosincrasia de nuestro pueblo.  Pensaba en algunos de ellos, precisamente por estos días, cuando  en cada cuadra la mayoría de nosotros estaremos compartiendo  con el vecindario, mientras transcurren las sesiones finales del  VIII Congreso de los Comités de Defensa de la Revolución.

Los CDR siguen siendo esa organización de masas sobre la  cual se ha estructurado por décadas buena parte de la vigilancia  colectiva y la vida comunitaria de la sociedad cubana, y que sin dudas  ha sido un aporte del proceso revolucionario a la concepción  democrática de la participación de los ciudadanos en la gestión de  sus barrios.

Pero en particular, quería llamar la atención en esta oportunidad  sobre un simpático personaje que se hizo muy notorio años  atrás, hasta el punto de fijar en el habla popular aquella frase con  que alguno de sus vecinos lo interpelaban, al final de cada breve  mensaje televisivo donde él aparecía. ¿Lo recuerdan?

Sí, me refiero a aquel torpe y descuidado, pero a la vez bonachón  y noble vecino que siempre hacía algo mal en su cuadra, su  casa, su comunidad, y a quien reiteradamente alguien le llamaba la  atención por su conducta con la famosa frase: ¡Yeyo, compadre!

Yeyo dejó de ser el protagonista de una simple mención educativa  de la televisión para convertirse en un símbolo que, por  lo cotidiano y natural de su presencia en el ámbito del barrio, se  arraigó entre nosotros a la hora de criticar a cualquiera que infringiera  las más elementales normas de convivencia colectiva.

Y les confieso que me gustaría ver con más frecuencia a Yeyo  envuelto en nuevas situaciones divertidas, como parte de esos  breves e ilustrativos mensajes sobre la mejor manera de hacer  valer aquella otra acertada expresión que sentencia: el respeto  entre vecinos consolida la unidad del barrio.

Más allá de que sea posible o no rescatar y enriquecer tal arquetipo  en nuestra pequeña pantalla, me parece que lo más importante  es que entre nosotros se mantenga, en la práctica de cada  día, esa saludable manera de corregir las conductas inadecuadas  de no pocos de nuestros conciudadanos.

Es vital que junto con esas otras tantas tareas que esta organización  ha cumplido, cumple o debería cumplir —unas logradas  con mayor efectividad y de manera más sistemática en algunos  lugares que otros—, se mantenga ese espíritu de contribución a la  coexistencia pacífica y a la disciplina ciudadana a que nos convocaban  aquellas historias de Yeyo y sus tropelías.

Como ha enfatizado la Coordinación de los CDR en entrevistas  previas, esta organización de masas —la mayor de la nación con  más de ocho millones de miembros— está llamada a jugar un papel  protagónico en la batalla a la que ha convocado la dirección de  la Revolución contra las indisciplinas sociales y las ilegalidades.

No por gusto entre los temas más discutidos en sus asambleas  de base, estuvieron los relacionados con la higiene comunal,  el maltrato a la propiedad social, los escándalos públicos, la música  alta, las palabras obscenas, el alcoholismo, el asedio al turismo  u otros que harían sonrojar a Yeyo de vergüenza.

Estos problemas tan complejos, acumulados y generalizados,  requieren para su solución no solo de un plan de acciones coherente  con un control sistemático, como ya se ha dicho, sino también  de formas más originales, frescas, sugestivas, para promover  la participación de la población en su enfrentamiento.

En particular en el caso de los CDR, no basta siquiera con la incorporación  de un número creciente de jóvenes a sus estructuras  en los diferentes niveles, como ahora se ha hecho. Para renovar  y reactivar la organización haría falta también actualizar y revisar  sus métodos y contenidos, e incluso ampliarlos o transformarlos  de acuerdo con las nuevas circunstancias de la sociedad cubana.

Y por supuesto que sería muy bueno tal vez si la Televisión  continuara con las creativas entregas del mentado personaje y sus  simpáticas, pero nada infrecuentes chapucerías.

Mucho nos aportarían este tipo de enseñanzas, ya fuera para  graficar viejas o nuevas manifestaciones de irrespeto a la concordia  y la paz en nuestra cuadra o barrio; esas desconsideraciones  que sin importar el paso de los años, y no obstante su proliferación,  siguen provocando en la mayoría de nosotros, cuando somos  víctimas o testigos de algún tipo de conducta poco solidaria, irreflexiva  y depredadora, la famosa frase que ya se ha inmortalizado  entre cubanas y cubanos: ¡Yeyo, compadre!…

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Un comentario en Al rescate del compadre Yeyo

  1. Muy positive este comentario pues el barrio para el Cubano es como un mi embro de la familia y si Es en la familia donde El Niño recibe la primera educacion k seran de Ellos rodeados de yetis, sino UNOs yeyitos. Cuidemonos UNO ha Los otros y estemos mas felices.

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