El invencible Fidel que vive en mí

El invencible Fidel que vive en mí

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Fidel reunido con trabajadores  del combinado textil de Santa Clara, 4 de abril de 1979
Fidel reunido con trabajadores del combinado textil de Santa Clara, 4 de abril de 1979

Han sido más de 60 las ocasiones en que el Comandante en Jefe ha visitado Villa Clara y en varias de ellas he estado presente. Ese ha sido un privilegio.

Y si cuento que en 1965 cuando se celebró el acto por el 26 de Julio en esta ciudad, mi madre estuvo allí, embarazada de mí. Creo que desde ese instante, su presencia está calada en  mi alma, como en la de muchos de mi generación que han confiado en su ejemplo y su indeclinable posición de principios.

Haberlo visto entre  proyectos y programas hace que brote, este día en que cumple 87 años, el agradecimiento infinito por lo que ha emprendido.

En Santa Clara se le recuerda siendo un joven abogado que defendía la causa 543  en el tribunal de urgencia de Las Villas. Todo indica que ensayó en esta ciudad la autodefensa, que años después, le consagraría para la historia. Se le vio llegar, el 6 de enero de 1959 como el rey mago que trae la libertad  presidiendo  la Caravana de la Victoria.

Ha vuelto siempre para impulsar grandes obras  y reconocer esfuerzos. Ha estado entre ciclones, crecidas de ríos, en  trágicos accidentes, inaugurando fábricas, escuelas, impulsando centros científicos y viales de la montaña…

Pero guardo un Fidel personal e íntimo.

Tengo insertada en mi memoria, el hombre en el que se confía en horas difíciles. Ese que habló con los afectados del ciclón Michell en Corralillo, el ser humano que daba aliento a los damnificados,  que pasaba la mano por el pelo a una mujer desesperada, porque todo lo que había conquistado en su vida, lo arrasó la furia del viento y el agua.  También al hombre que en aquellas circunstancias  tuvo  la suspicacia de mirarnos a Minoska Cadalso, reportera de Radio Rebelde y a mí; y con la mayor dulzura, decirnos: “Ustedes se acaban de pintar los labios”, y era cierto queríamos estar hermosas para él.

Al que  meses después conversó entusiasmado con los directivos y estudiantes de las escuelas de Trabajadores Sociales e Instructores de Arte. Era  pasión y  sueños, se entregaba a una idea colosal.

Nunca olvidaré al Fidel, que emocionado, el primer día que habló desde la Plaza que lleva el nombre del  Guerrillero Heroico en esta ciudad, saludó militarmente al Che. Era el más respetuoso de los militares, que se inclinaba ante el “Mayor de los Quijote”.

Guardo para siempre al Fidel que da lecciones inesperadas, cuando consternados  creímos que despedíamos a Guevara en su regreso definitivo a la Patria y de pronto el líder de la Revolución, con la sabiduría de los grandes, nos dijo que lo recibíamos para juntos continuar luchando y ganando. Desde esa plaza nos dio una gran lección de arrojo; cuando  rodilla en tierra  se levantó como el gigante que sabe superar obstáculos.

El que habló telefónicamente con Chávez desde este lugar y creí tener a mi lado, porque ellos  entre hermanos defendendía la América Nuestra. Es el Fidel de siempre, el invencible, el que ha sabido establecer diálogo amplio y franco, el que defiende  la verdad y la unidad conquistada.

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