Juana es más que motivos

Juana es más que motivos

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Juana María Blanco es la única Heroína del Trabajo en Sancti Spíritus y la finca que dirige ha mantenido los resultados económicos por más de 25 años.
Juana María Blanco es la única Heroína del Trabajo en Sancti Spíritus y la finca que dirige ha mantenido los resultados económicos por más de 25 años.

Mama, como le dicen quienes mucho la quieren,  distingue la campiña entre los paisajes comunes. A diario reta los amaneceres en su afán de tocar sus tierras primero que el mismísimo astro rey; debe ser que, efectivamente, no tiene “sangre para estar parada un solo segundo”.

Juana María Blanco Santo es la personificación del trabajo. Jamás se soñó con ser Heroína del Trabajo de la República de Cuba, pero su laboriosidad la lleva al camino de la excelencia, al punto de mantener la rentabilidad de su finca La Victoria, perteneciente a la Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) Guayos, durante cinco lustros dentro de sus más de cuatro décadas de exquisito desempeño.

“Aunque ya tengo sesenta y cuatro años y el cuerpo a veces me pide descanso, la cabeza y el espíritu se niegan a obedecer, porque cuando veo resultados concretos en mi trabajo, ¡ay, niña!, me convenzo de que aquí es donde quiero estar siempre”, afirma Juana.

En una mixtura de olores que tipifican el entorno rural cubano descubrí la historia de Juana, quien con solo seis años iba al campo con su papá y ante la salud deteriorada de este, decidió aprender las labores agrícolas para ayudarlo: “en ese entonces guataqueaba a toda velocidad para ahorrarle el esfuerzo; fui su mano derecha hasta que me casé con 16 años”.

Los hijos llegaron con igual prontitud; serían tres, y luego del nacimiento del menor sobrevendría la decisión de marchar a los cañaverales para mantener a la familia. “Eso era lo nunca visto, ninguna mujer iba a la caña y por eso no querían darme la plaza, sin embargo, al final me aceptaron en el autoconsumo. Más tarde me incorporé a una brigada de 38 hombres donde abonaba, regaba, chapeaba y cortaba, le hacía todo tipo de cuidados a ese cultivo”, comenta.

Tras once años entre el dulzor de la gramínea, hasta los oídos de Juana llegó la noticia que anunciaba la apertura de la finca dentro del complejo Remberto Abad Alemán, otrora central azucarero ubicado en la periferia del poblado de Guayos. Enseguida supo que su experiencia le permitiría llevar las riendas de ese nuevo proyecto; sin embargo, los inicios retarían la voluntad de esta mujer, cuya esencia parece signada por una incansable faena.

“En esa primera etapa yo comencé a criar pollos, pero lo ‘mío’ hasta ese momento había sido el cuidado de la caña, y al no tener conocimientos suficientes, aquellos animalitos empezaron a morirse; me acuerdo que hasta lloré. Enseguida busqué asesoría y revisé cuanto libro  me prestaron para ponerme al tanto de los hábitos, condiciones y demás características de esas aves. En 1985 fui la mejor criadora de pollos a nivel nacional y hasta me estimularon con un viaje a la antigua Unión Soviética.

“Después de eso criamos conejos, tuvimos 500 de ellos, pero se hizo difícil adquirir las jaulas y desistimos de ese empeño; eso sí, rápidamente puse el cerebro a generar y reparamos las naves para introducir puercos criollos y engordarlos con lo que sembrábamos en nuestras tierras (yuca, boniato, maíz…), llegué a tener grandes cochiqueras con las que le vendíamos carne a la gente del central Remberto Abad Alemán, luego nos extendimos en terreno y entramos también a la ceba de toros”, explica Mama.

“Atiendo a los hombres que trabajan conmigo como a mis hijos; ellos me responden a pesar de la intensidad del trabajo, porque laborar aquí significa atender a los animales y los cultivos aunque se ‘acabe el mundo’, la disciplina es inviolable para mí. Además, les transmito a los jóvenes el respeto por lo que hacen y les enseño que todo cuanto gastamos tiene que regresar a nuestras manos convertido en producción”.

Al cierre del 2012, en La Victoria lograron reducir el costo por peso a 31 centavos y repartieron alrededor de 180 mil pesos de utilidades entre los trabajadores. En lo que va de año estos han recibido unos 40 mil pesos de ganancia, promediando unos 6 mil de ellos a quienes laboraron todos los días hasta el momento.

Sobre los resultados económicos, Juana María afirma: “Nosotros no tenemos ni una sola deuda, dejamos un 20 % en la UBPC para sostener la finca, e incluso la masa de toros (50) con que contamos ahora es nuestra, porque pudimos pagarla con antelación; hace poco entregamos siete toneladas de carne de puerco.

“La alta rentabilidad que conservamos es por el estricto cumplimiento de las responsabilidades de cada uno y porque he logrado que mis compañeros entiendan cuánto se puede sacar de la tierra. Yo siempre estoy en constante búsqueda. Ahora nos enfrascamos en la siembra de caña, por las necesidades que tiene el país; quiero demostrar que no se necesitan expertos para que este cultivo se produzca, basta con la experiencia acumulada y con darlo todo en el surco”.

 

Con ese tesón, ella también mantiene los cultivos de malanga, plátano, calabaza, frijoles, yuca, caña, boniato, maíz, unido a la crianza de animales, y se define como una emprendedora innata: siempre analizando en qué nueva actividad pueden incursionar para aumentar los ingresos y, sobre todo, hacer que su aporte a la Revolución sea palpable.

“Yo sostengo dondequiera mi convencimiento de que debemos sembrar alimentos para no tener que importarlos, por ejemplo, yo abastezco de más de 10 renglones a los trabajadores y sus familiares, son unas 36 personas en total de acuerdo a un censo que hice, eso supone una tranquilidad para ellos y para mí, primero porque les garantizamos la comida y segundo porque no hay justificación para salidas a deshora. Además, en tiempo de zafra nosotros proveemos de todos los suministros (excepto el arroz) a la brigada de 28 macheteros que corta en la zona, hasta dulces les invento”, confiesa Juana entre sonrisas.

Visiblemente emocionada y sin esconder los ojos humedecidos por las lágrimas, Mama confiesa cuán remota le parecía la idea de ser una Heroína del Trabajo de la República de Cuba, título honorífico que avala con un desempeño siempre coherente con las prioridades objetivas que demanda la nación. “Lo único que he hecho es trabajar”.

Cocinera, administradora, económica, veterinaria… Juana María Blanco Santo redobla esfuerzos en una multiplicidad de funciones que sostienen el éxito de los terrenos a los que distingue con su persona; verla allí en plena faena, cuando los rayos del sol apenas rozan las elevaciones cercanas, constituye un motivo más para que sus colegas se comprometan con el trabajo.

Juana es más que motivos, se torna razón para quienes laboran a su alrededor; y aunque dice tener un relevo seguro, a los que la acompañan en su diarismo tendrá que “seguir guiándolos siempre”, aun llegado el momento en que los bríos sientan el paso inexorable de los años.

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