Un sobre con pólvora mojada

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General Martin Dempsey, jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Amadas estadounidense

La reciente carta al Senado, firmada por el general Martin Dempsey, jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Amadas estadounidense, referida a las opciones y costos de una intervención directa de la nación norteamericana en el conflicto sirio,  coloca al presidente Obama en una coyuntura definitoria en relación con la posible presencia de sus tropas en esta guerra.

El ilustrativo documento, además de presentar cinco alternativas en las que EE.UU. podría usar la fuerza en el país árabe —entrenar, asesorar y ayudar a la oposición; realizar golpes a objetivos castrenses locales; establecer una zona de exclusión aérea; crear áreas de seguridad en las fronteras de Turquía y Jordania y controlar las armas químicas—, aborda también las pérdidas económicas y riesgos que tendría que afrontar al elegir cualquiera de estas variantes.

Si alguna vez el mandatario estadounidense consideró seriamente la participación directa de su país en la guerra civil siria, probablemente la misiva de Dempsey al Senado lo debe haber llevado a una seria reflexión que, cuando menos, conduzca a dilatar este paso.

El informe, que cuenta con una versión clasificada en la que, a no dudarlo, seguramente se detallan los gastos de cada operación, así como la cantidad exacta de efectivos norteamericanos que deberán participar en las distintas alternativas, podría ser por otra parte un buen instrumento del Ejecutivo para contrarrestar el activismo de senadores como el republicano John McCain, a favor de la entrada de Estados Unidos en la contienda.

Las advertencias del General Dempsey, acerca de las responsabilidades que tendría que asumir el Gobierno de Obama si decide ocupar suelo sirio, son razones bien fundamentadas que hacen pensar sobre los inconvenientes de traspasar el actual asesoramiento y envío de armas a la oposición siria y pasar a la intervención militar directa.

Por otra parte, hace tiempo que esta guerra dejó de ser una lucha interna por el poder local —si en algún momento lo fue—, para convertirse en eje del más álgido diferendo entre Rusia y Estados Unidos en la actualidad.

El fiasco en Iraq dejó a Washington imposibilitado de actuar por su cuenta, por lo que para una eventual intervención militar en Siria, es imprescindible el apoyo del Consejo de Seguridad de la ONU, donde Rusia, y en buena medida China, han bloqueado sucesivamente todas las iniciativas estadounidenses o de sus aliados de promover el uso de la fuerza internacional contra Damasco.

Una acción unilateral de Washington seguramente desencadenaría un nuevo roce en sus tensas relaciones con Moscú y, a fin de cuentas, el saldo final podría no ser del todo alentador.

Con tropas norteamericanas aún asentadas en Afganistán y en Iraq, así como en las más de 800 bases militares que Estados Unidos mantiene alrededor del mundo, un nuevo despliegue de soldados llevaría a un amplio escrutinio, en plena crisis económica y presupuestaria del país.

Enfrentado a una oposición en el Congreso con más peso político que la propia resistencia siria, Obama deberá sopesar muy bien el uso que le dará a la carta de Dempsey, más ahora que las encuestas muestran el mayor descenso de su popularidad desde el 2011.

(Por Yahima Vega Ojeda)

 

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