Confusión delatora

Confusión delatora

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José Luis Tasende herido en una pierna
José Luis Tasende herido en una pierna

Impresiona verlo allí, sentado en el suelo, recostado a la pared en el Hospital Militar de Santiago de Cuba. La expresión de su rostro es serena, aunque está consciente de lo incierto de su destino. El pantalón está manchado de sangre proveniente de una herida en la pierna que aparece vendada, como demostración de que había recibido cuidados médicos. Pero su curación no obedecía a razones humanitarias, como correspondería a cualquier prisionero en esa condición. Lo habían confundido con un militar de la guarnición del Moncada, herido en el enfrentamiento a los que asaltaron la fortaleza aquel 26 de julio de 1953.

Un vecino que se había enrolado como soldado para ganarse el sustento corrió a avisar a la familia: ‘¡Pepe Luis está vivo!’, y lo aseguraba porque había visto revelar un rollo fotográfico en el que aparecía José Luis Tasende herido en una pierna.

Posteriormente se supo que la instantánea la tomó en la misma mañana del 26 de julio el fotógrafo del coronel Chaviano, quien quería que fueran fotografiados los militares heridos en el combate. Dicho fotógrafo, entrevistado años más tarde por la periodista Marta Rojas, envió las imágenes a colegas de Santiago de Cuba y del periódico Alerta de La Habana. Con ellas se conformó, por orden del Estado Mayor del Ejército, un cuadro de honor que se distribuyó en los cuarteles para destacar el comportamiento de los defensores del Moncada. Pero cuando se percataron de que uno de los fotografiados era un asaltante, el cuadro de honor fue destruido y Tasende asesinado.

El contraste entre la foto del joven herido y la de su cuerpo sin vida es la más dramática y acusadora prueba de la saña con que el batistato trató a los moncadistas capturados.

¡Cuántos pensamientos no pasarían por la mente del joven jefe de máquinas de un frigorífico de la fábrica de mantequilla Nela, uno de los hombres de mayor confianza de Fidel Castro, al punto de integrar la dirección del Movimiento que asaltó el Moncada!

Se conocieron en uno de los encuentros de pelota de la escuela donde estudiaba José Luis contra el colegio de Belén del que era alumno Fidel, y la amistad se enriqueció con la coincidencia de ideales revolucionarios al militar ambos en las filas de la Ortodoxia; acompañarlo en las investigaciones de sus contundentes  denuncias sobre  la corrupción del gobierno de Carlos Prío publicadas en el periódico Alerta; coincidir con él en los preparativos de la abortada conspiración de Cayo Confites, y entregarse juntos a los preparativos del asalto al Moncada.

Amigo entrañable de Raúl Castro, este narró en su posterior prisión que cuando supo en que consistiría la acción del 26 de Julio: “Se me paraliza el estómago y desaparece el apetito, yo conocía la magnitud y fortaleza de ese objetivo por haber estudiado en Santiago de Cuba durante varios años. Tasende riéndose me decía: ‘come Raulito, que mañana no vas a tener tiempo’.

Jesús Montané fue uno de los que vio por última vez a Pepe Luis con vida. En medio de un intenso tiroteo y al percatarse de que sus compañeros no habían podido introducirse en la fortaleza, Montané le advirtió a Pepe Suárez que los iban a cercar y debían salir de allí, este llamó a Ramiro Valdés y le avisaron a Tasende, pero él daba la impresión de estar extenuado, sentado en una cama pero con una sonrisa en los labios, les hizo un gesto con la mano que ellos interpretaron como que los iba a seguir; más tarde se percataron de que Pepe Luis estaba herido y no se los había querido decir, tal vez para no entorpecer su retirada.

En aquel momento en que el fotógrafo lo plasmó, vivo, para la historia es posible que Tasende pensara en su hijita Temis de solo 15 meses a la que adoraba, y a quien le tomaba fotos cada 15 días para anotar por detrás su edad y cómo iba aumentando de peso.

Quizás recordó a su esposa que ayudó a coser los uniformes que usaron los asaltantes, y pensó en el hogar convertido en centro de reuniones conspirativas, y en las prácticas de tiro que en ocasiones provocaban su llegada tardía al trabajo, y en la reprimenda aquella que le hizo el administrador por una labor de mecánica que no pudo realizar con la urgencia reclamada por lo que lo amenazaron con suspenderlo del empleo por quince días: “Suspéndame un mes, que es lo que necesito” fue la impetuosa respuesta del joven. Un amigo intercedió argumentando que Tasende estaba enfermo y necesitaba descanso. En realidad sus necesidades eran otras: era el mes de julio de 1953.

Es probable que frente al lente de la cámara o mientras esperaba qué harían con él, evocara algunos de los pensamientos que anotaba en una libreta pequeña de tapas carmelitas que siempre llevaba consigo en el frigorífico: “Estar en la Revolución es vivir en ella y vivir en ella es hacerla” “Es poco el sacrificio para el bien que conquistaremos.” Él no dudó en sacrificarlo todo por el futuro, aunque con sus 28 años le quedaba mucho por vivir y por hacer.

Su foto, acusadora, se conserva, con su mirada decidida y serena, la misma con que enfrentó a sus verdugos. Fue grande la confusión, sí; creyeron que retrataban a un servidor de la dictadura y  dejaron para la posteridad la imagen indoblegable de un héroe.

Acerca del autor

Graduada de Periodismo. Subdirector Editorial del Periódico Trabajadores desde el …

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