Las “bendiciones de la libertad”

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Amparadas en la voladura del Maine en el puerto de La Habana   —el mismo pretexto que propició su intervención en la   guerra que en Cuba libraban contra España   las huestes mambisas—, fuerzas navales de Estados Unidos   bombardearon en 1898 la capital   puertorriqueña desde una escuadra   al mando del almirante Sampson; tomaron posesión de la isla y anunciaron   a la población por medio de una proclama, que venían “no para hacer la guerra, sino para traer las bendiciones de la libertad”.

En agosto del propio año se llegó   al armisticio previo al Tratado de París   que puso fin al conflicto hispanonorteamericano,   y en octubre de 1898   se efectuó la ceremonia oficial de   transferencia de soberanía por medio   de la cual el presidente de la potencia   interventora nombró un gobernador   militar para Puerto Rico.

Tal como lo ha definido el escritor   argentino Horacio Alberto López: “Puerto Rico fue absorbido por Estados   Unidos no por previa secesión   y posterior anexión, ni ocupado parcialmente   por vía de alguna enmienda,   como en el caso cubano, sino por   la figura de Estado Libre Asociado,   forma intermedia que encontraron   los yanquis para su total dominación   sobre este territorio antillano”.

En 1900 el Senado de los EE.UU. aprobó la denominada Ley Orgánica Foraker, por medio de la cual se reemplazaba   la intervención militar   por un gobierno civil; pero dicha administración   sería restringida y dependería   de las decisiones dictadas   desde Washington.

La dominación económica y política   norteamericana se evidencia en los artículos de dicha ley. En uno de ellos se   determina que la legislación de Puerto   Rico, actualmente en vigor, continuará vigente siempre “que no resulte incompatible,   o en conflicto   con las leyes estatutarias   de los Estados   Unidos…”. Se plantea también el canje de la moneda puertorriqueña   por la del cuño de los Estados   Unidos.

El 2 de mayo de 1917 el presidente (de los Estados Unidos) Woodrow   Wilson firmó el acta Jones-Shafroth,   convirtiéndola en ley, y mediante la   cual se le impuso a los boricuas la ciudadanía   yanqui; un mes más tarde, el   mandatario proclamó el registro y reclutamiento   de los habitantes de Puerto Rico entre las edades de 21 a 31 años.

La orden incluía tanto a los que habían aceptado la ciudadanía estadounidense como a los que la habían rechazado.

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