María, la millonaria del trabajo

María, la millonaria del trabajo

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María Ramírez Anache. Foto: Héctor García
María Ramírez Anache. Foto: Héctor García

Sus palabras precisas y francas no dan margen a confusión. Es una mujer de trabajo, de valores acendrados, de convicciones profundas y de mucho amor para compartir. María Ramírez Anache nació en Sagua de Tánamo, Holguín, pero llegó a la Isla de la Juventud en 1972. Nadie imaginó entonces que 29 años después recibiría el título de Heroína del Trabajo de la República de Cuba, única con tal condición en el Municipio Especial.

Costurera de la Columna Juvenil del Centenario, operadora de grúas, cortadora de caña, trabajadora agrícola, entre otras muchas labores marcan el accionar de esta madre de tres hijos (Milaidis, Yanaisi y Yuri), dirigente sindical y quien no ve todavía una fecha tentativa para su retiro. “Me gusta trabajar”, repitió más de tres veces en el diálogo que sostuvimos en su apartamento pasadas las seis de la tarde, cuando regresó del taller de elaboración de acero.

Es tanta su historia que el testimonio sumó también las anécdotas de su encuentro con Fidel, los consejos a jóvenes trabajadores y la educación familiar a hijos y nietos.

“Cuando llegué aquí me dediqué a coserle a la Columna Juvenil del Centenario. Dos años después, Fidel hizo un llamado para la incorporación al sector de la construcción. Empecé el 7 de febrero de 1974 en la planta de prefabricados, de donde salían los materiales para construir las escuelas del territorio. Allí fui ensambladora, cabillera y punteadora eléctrica hasta que aprendí a manejar una grúa. No había antecedente de ninguna mujer porque decían que era un trabajo muy complejo.

¿Nunca tuvo miedo en esa labor?

El director de la empresa y el compañero Arturo Lince fueron los que aprobaron que aprendiera a trabajar en la grúa porque no tenía miedo, ni siquiera la primera vez que lo hice. En 1975 participé en el primer encuentro de mujeres trabajadoras, ya como operadora de grúa. Estuve en la construcción de la torre de televisión, del círculo infantil Toronjitas Millonarias, de la obra educacional La Demajagua, de varios embalsaderos y hasta en Cayo Largo del Sur. Empezaba a las seis de la mañana y eran las once de la noche y todavía estaba tirando elementos prefabricados. ¡Me gusta trabajar!

¿Cómo llegó María a otras labores fuera de la construcción?

Después de salir vanguardia nacional en 1982 (conservó por 20 años consecutivos tal condición) me incorporé a la zafra citrícola como recolectora, en el Batallón Lázaro Peña. Alternaba seis meses en Jagüey Grande o la propia Isla de la Juventud e igual cantidad de tiempo en la construcción de obras sociales. Así estuve más de 10 años simultaneando ambas labores. Cuando llegó el período especial y no había materiales de construcción, pasé al contingente 26 de Julio (1994), para darle alimentación a nuestro pueblo. También en esa etapa corté caña cinco años en los centrales Héctor Molina, Mayarí y Urbano Noris. Era la única mujer entre 80 hombres. Lo más difícil en la zafra es todo, pero depende del amor que le pongas.

¿En esa época la proponen para Heroína del Trabajo?

La realidad es que los compañeros de la CTC en mi municipio fueron morosos porque cuando tenía 10 años de vanguardia nacional, Pedro Ross dijo que de acuerdo a los resultados que había obtenido en la construcción y el cítrico, podían hacerme el expediente para ese título como algo excepcional. Transcurrieron todos esos años y no fue hasta el 2001 que me entregaron esa condición.

¿Y qué pasó el día de la condecoración?

No sé explicarlo. Primero me dio alegría y luego me dio tristeza. Alegría por haberlo alcanzado con todo el amor que merece la Revolución, pero tristeza por el tiempo que tuve que esperar. ¿Te imaginas si hubiera enfermado antes? Ese día no pudieron estar mis hijos, pero recuerdo que el compañero Machado Ventura me dijo: estos logros no lo alcanza todo el mundo, solo los consagrados.

Luego hubo tres encuentros con Fidel…

La primera vez que lo vi fue en una marcha del pueblo combatiente. Después, cuando me entregaron la medalla de Heroína del Trabajo y la tercera en una gala que se hizo. Allí estuvimos hablando con él hasta las cuatro de la madrugada. Recuerdo que me puso la mano en la cabeza y me dijo con ternura: Tú sí has trabajado un mundo.

¿Cómo alternar todo eso con la familia?

Los muchachos siempre me ayudaron. Solo se fugaron un día y recibieron su merecido. Eran buenos estudiantes, llegaban temprano a la escuela y cumplían su deber. Puedo decir orgullosa que hoy son tres cuadros de la Revolución. Hoy tengo un poco más de tiempo para los nietos, aunque desde muy chiquitos los llevo al campo a trabajar porque tienen que aprender. Mi familia es más heroína posiblemente que yo. Mis resultados son también por su comprensión, pues no solo estuve horas sin verla, sino a veces meses, fines de año, incluso fuera del territorio.

¿Sintió alguna vez discriminación por ser mujer?

Siempre los hombres me respetaron, tanto en la zafra azucarera, en el cítrico como en la construcción. Nunca sentí discriminación, pero cuando converso con algunas compañeras me dicen que todavía hay lugares que existe. Las mujeres podemos dirigir, ser artistas, cantantes, pero hay quien nace para el trabajo duro, como nací yo.

¿Cómo valora la fuerza del sindicato hoy en los colectivos laborales?

Fui dirigente sindical 15 años en el Batallón Lázaro Peña, después en el contingente agrícola y nadie me preparó, todo fue hacha y machete. Más adelante sí pasé una escuela. Hoy faltan líderes y es cierto que dirigir es una vocación, pero me niego a pensar que no existan personas con capacidades para hacerlo en los colectivos. Hay que prepararlos, atenderlos y estimularlos más.

¿Recibe algún tipo de atención especial por su condición de Heroína del Trabajo?

Uno no ostenta esta condición para recibir nada especial, pero sin temor a equivocarme, a los héroes del trabajo no lo recuerdan como debieran. A veces estamos en un lugar y ni siquiera nos mencionan. En otras ocasiones no nos invitan a las actividades. Eso es responsabilidad del sindicato y la CTC, por lo que debe repensarse esa atención.

¿Intercambia mucho con los jóvenes?

Preparo y enseño a los muchachos nuevos que a menudo me dicen: ¿para qué usted es heroína?, ¿por qué se sacrifica tanto? Les digo que así me educó la Revolución, por la que lucharé hasta el final. Además, tengo dignidad y vergüenza en cualquier lugar que me pare. Estoy bien conmigo misma porque me siento útil, fuerte y con fuerzas para seguir aportando. A la nueva generación hay que hablarle claro para sembrar valores como la laboriosidad.

¿Qué le gusta hacer fuera del trabajo?

El deporte. Llegué a saltar en unos Juegos Escolares, en salto largo, en Holguín. No me gusta leer mucho, pero me siento feliz cuando me tomo un poquito de café y fumo un cigarro. También oír un poco de música, sobre todo del ayer.

¿Cómo se autodefiniría?

Soy una mujer sencilla, delicada, femenina, independientemente de los trabajos duros hechos. Siempre tengo las uñas pintadas. La mujer puede lo mismo machucar piedras que cortar cañas, sembrar matas, doblar cabillas, treparse en una grúa o manejar un camión. Eso no le resta belleza ni atributos.

¿De qué manera le dicen hoy sus amigos?

María, la millonaria del trabajo. El nieto me dice: María la cañera.

¿Y cuándo llegará el retiro?

Desde los 8 años ayudaba a mis padres, cocinaba y recogía café. Con 59 estoy saludable todavía. Trabajaré hasta que las fuerzas me den y espero que los nietos crezcan con esta misma energía.

¿Ya terminamos?, preguntó inquieta antes de soltar su frase de despedida: “Es más fácil trabajar que conceder una entrevista”. Y todos reímos.

Acerca del autor

Máster en Ciencias de la Comunicación. Subdirector Editorial del Periódico Trabajadores desde el 2019. Editor-jefe de la Redacción Deportiva desde 2007. Ha participado en coberturas periodísticas de Juegos Centroamericanos y del Caribe, Juegos Panamericanos, Juegos Olímpicos, Copa Intercontinental de Béisbol, Clásico Mundial de Béisbol, Campeonatos Mundiales de Judo, entre otras. Profesor del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, en La Habana, Cuba.

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