Juan Maiquez Fernández: Héroe de siempre

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Con apenas seis años cumplidos, en plena dictadura de Gerardo Machado, Juan Maiquez Fernández no podía comprender por qué su madre falleció por falta de asistencia médica; sin embargo, desde entonces supo que algo andaba mal, que así no podía ser la existencia de las personas honradas.

Esa idea, y su azarosa vida de antaño, le revoleteaban con fuerza en la mente mucho después, en especial cuando en mayo del 2007 colocaron sobre su pecho la estrella que simboliza el título de Héroe del Trabajo de la República de Cuba.

Entonces comprobó la certeza de las ideas que abrazó desde que en 1945 comenzó a laborar en el taller de confecciones textiles de las calles San Ambrosio y Apodaca, en La Habana.

“A partir de ahí me metí en lo de los sindicatos, mucho más cuando Lázaro Peña nos ayudó a resolver aquel conflicto laboral en demanda de mayores salarios, y en el que conocí lo que era la prisión”, recordó años después.

Se incorporó al Partido Ortodoxo en 1950 y conoció a Fidel en medio de los trajines propios de esa organización política. Cuando preparaban un mitin contra una visita que haría Fulgencio Batista a Guanabacoa en campaña electorera, el futuro jefe de la Revolución les planteó que ese acto no podía caerse. “Y así fue aunque al final de nuestra protesta a todos nos metieron en la cárcel”.

Con el triunfo revolucionario, Maiquez Fernández supo hilvanar una significativa hoja de servicios laborales —para él una modesta contribución— donde se incluyen, entre otras, varias zafras azucareras y misiones internacionalistas como combatiente en el Congo.

Trabajador de la Empresa de Matenimiento, Construcción y Reparación de Oleoductos (EMCOR), perteneciente al Sindicato Químico, Minero, Energético, resultó vanguardia nacional por 11 ocasiones, y fue ganador de las medallas Jesús Menéndez y Hazaña Laboral, la Orden Lázaro Peña en distintos grados y del título de Héroe del Trabajo de la República de Cuba en 2007.

Hace apenas unos días, conocimos la triste noticia de su fallecimiento justo el pasado 3 de mayo, y allí, ante su tumba, quedó para la posteridad el legado martiano: La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida.

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