Entre cañas anda un roble

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Su fortaleza física con 62 abriles es como la denominación del reparto donde reside en Ciudad de La Habana: El Roble. Lo más probable es que se deba a que desde los espigados 13 anda entre cañas y mochas.

Dagoberto Prado Fusté es de esos cubanos que le regala a la vida su perenne trabajo.

«En el capitalismo no quedaba más remedio», recuerda. Entonces vino el peregrinar de una parte de la familia desde Taguasco hacia los campos camagüeyanos, para obtener unos míseros 52 centavos por cada ciento de arroba cortada.

De vuelta a La Habana natal, en 1952, laboró en la construcción, en un bar; compró y vendió bonos del 26 de Julio; disfrutó del triunfo revolucionario; fue dependiente; y además fundador de las Milicias.

«Y volví a los cortes de caña en Camagüey en 1962, de forma permanente. Cuando terminaba la zafra me incorporaba al centro; así también alternaba en la limpia de caña y en la edificación de obras sociales. En ese ir y venir pude alcanzar por los años 1976 y 1977 el sexto y noveno grados. De niño sólo llegué al tercero; no había tiempo para los estudios.»

Continúa diciendo: «Todavía estoy en la plantilla de Variedades Vedado, donde primero fui dependiente y después jefe del almacén de productos alimenticios. No dejo de dar mi vueltecita por allá, para ver a mis compañeros, algunos todavía de aquella época; pagar el sindicato, el Partido».

Desde 1976 dirige la brigada de macheteros Fernando Chenard Piña, del Sindicato de Trabajadores del Comercio, la Gastronomía y los Servicios. Y se enorgullece de que su colectivo ya acumule 92 millones de arrobas de caña cortadas.

¿Cómo es Dagoberto, el jefe?, inquiero

«Hasta el 90 seguí picando caña. Ya la responsabilidad de la brigada de 48 macheteros y del campamento San José, en Bejucal, me ocupaban mucho tiempo. Trato de buscar para ellos lo mejor, darles consejos, estoy al tanto de sus preocupaciones, les exijo la mayor productividad y disciplina. Me siento un machetero más».

Confiesa que su mente estaba puesta en sus hombres, cuando presenciaba, en Baltimore, el juego de los peloteros cubanos frente al equipo de los Orioles, no obstante su predilección por el béisbol y por el deporte en general. «Hay en la brigada quienes llevan más de 20 años conmigo, y también nuevos valores, que despuntan muy bien».

De las manos de Dagoberto es resultado el corte de un millón 400 mil arrobas de caña. Ha participado en 37 zafras y en más de 20 limpias y siembras. Ha sido decimillonario en ocho ocasiones; en siete, vanguardia nacional; y guarda con celo la medalla Jesús Menéndez, y las órdenes Lázaro Peña de 1ro., 2do., y 3er. grados, entre otros reconocimientos, como es el sello por 25 y 30 años del Movimiento Millonario.

Paso a paso, la suma de méritos fue el mejor aval para que el lero. de mayo de 1998, el Comandante en Jefe Fidel Castro prendiera en su pecho la estrella de Héroe del Trabajo de la República de Cuba. «Ese honroso título es de mis hombres, de mi familia», señala. Bien lo saben la esposa Inés, y Yanet, la más pequeña de una prole de cuatro hijas, con quienes comparte el modesto hogar, que sólo ven al viejo los fines de semana cuando está en período de limpia, pero si es durante la zafra, son escasas horas entre la tarde del domingo y la madrugada del lunes.

Desde hoy y hasta el próximo jueves, Dagoberto está de plácemes, junto a quienes en el país ostentan la condición de Héroe del Trabajo de la República de Cuba. «Por vez primera participé en este encuentro el año pasado, y es algo muy grande, para intercambiar, para conocernos más; una experiencia que todos nosotros valoramos mucho».

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