Suyo es el puesto de héroe

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Mañana estaremos aquí, tenemos que consultarte otros problemas técnicos del nuevo equipo para la protección del liniero en el poste; el que estamos haciendo con la participación de los compañeros de la fundición Ruiz Aboy.

Jesús Rodríguez Echenique, Héroe Nacional del Trabajo. Foto: Walfrido Ojeda

Y, de pronto, la mirada de Jesús Rodríguez Echenique se arrancó el velo de cálida emoción que desde hacía un rato colgaba de sus pupilas apretándole el corazón, que clamaba el consuelo de unas pocas lágrimas que él, terco, bebía para que corrieran dentro y no le sofocaran esa alegría que lo ahogaba.

Eran muestras tan hermosas de amor y respeto las que sus vecinos, familiares, y compañeros de trabajo le entregaban desde que quedó soldada a su pecho de obrero la medalla de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, que no quería dar rienda suelta a sus sentimientos, temiendo que se desbocaran. Por eso sintió alivio cuando aquella frase lo arrancó de sus recuerdos.

Muchos recuerdan cuando comenzó a trabajar en labores agrícolas allá por el año 1956; su participación en el cerco al cuartel de la guardia rural de Santiago de las Vegas; su ingreso a las milicias al triunfo de la Revolución y su misión como jefe de las tropas para la seguridad de la unidad de proyectiles de largo alcance; y su paso a la vida civil, ya desde aquel entonces como eléctrico, de esos capaces de ingeniárselas entre la altura de los postes y los cables de alta tensión.

Mientras tanto ya se brindaba con café por aquel feliz acontecimiento que abrió de par en par su pequeña casita de Santiago de las Vegas, para dar cabida a tantas personas que querían felicitarlo después de participar, en su calle, en la de todos sus días y noches de cederista y de delegado, y de tanto ir y venir en sus responsabilidades de veterano dirigente sindical de los químicos, mineros y energéticos.

Desde allí llegaron después del solemne acto público, donde Pedro Ross, secretario general de la CTC, le impuso la medalla que por su enfermedad no pudo recibir de manos del Comandante en Jefe.

Las voces apremiantes de los del taller de operaciones Luis Felipe Almeida, de su centro de trabajo de hoy, mañana y siempre a pesar de su prematuro retiro, volvían a reclamar su atención para recordarle la audiencia solicitada para el próximo día, como siempre allí, en su casita, donde su enfermedad pretende encarcelarlo. Pero su pecho, cuajado de medallas explica esa voluntad que se niega a que su mente quede petrificada junto a su cuerpo en la silla de ruedas o el lecho.

Sus ideas de portentoso anirista le inquietan los ánimos y entonces hay que dejarlo junto a sus compañeros de trabajo puliendo nuevos proyectos para continuar haciendo, aquí en Cuba, esas costosas herramientas especiales para que los linieros trabajen sin riesgo, porque él es un defensor de la vida.

El día termina y Echenique sabe que vendrán otros colmados de satisfacciones y sinsabores, porque esos sentimientos dan color a la vida. Hombres de su talla son los que tienen reservado el puesto de héroes dentro de la clase obrera.

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