Maestro y no solo de su oficio

Maestro y no solo de su oficio

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Recientemente honrado con el título de Héroe del Trabajo de la República de Cuba,

el trabajador civil de las FAR Jorge Luis Viera Estrada cautiva por tanta modestia en manos que han obrado tanta maravilla.

-Es un maestro- fue lo primero que me dijo Emerio Torres, el secretario del buró sindical de la Empresa Militar Industrial Transporte de Occidente, cuando le pregunté por Jorge Luis Viera Estrada, ese mecánico jefe de equipo que ha resultado 14 veces vanguardia nacional y ahora acaba de recibir, entregado por Fidel, el título honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba.

A pesar de su buena voluntad, lo que me dijo Emerio en un primer momento no me sirvió de nada: ya lo sabía. Y es que a Viera el profesor se le sale por encima de la ropa.

De hablar pausado y gestos comedidos, de mirada sosegada y voz tranquila, uno recibe la impresión de que este hombre puede orientar las tareas más difíciles sin provocar un solo sobresalto en quien deba aprenderla.

Lo difícil es imaginarle el origen humilde, hace 55 años, en los campos orientales de San Luis, ayudando a su familia de pequeño con el sudor de su frente hasta que se incorporó, con 18 años, a las filas del Ejército Rebelde. Difícil imaginar, tras su sencillez, al combatiente de la Sierra y de Girón, y al machetero permanente de dos zafras del pueblo.

Y difícil adivinar, tras su parsimonia de maestro, las pocas letras aprendidas, como él mismo considera aun en el presente, no obstante que en medio de una vida de trabajo se hizo en las FAR mecánico de primera. Un mecánico al que, en opinión de sus compañeros, no hay quien le ponga un pie delante.

Más de treinta años lleva en esta empresa, donde primero fue soldado y desde hace unas dos décadas labora como trabajador civil. Este es un colectivo en que se expresa claramente la temprana preocupación de la FAR por adecuar las potencialidades de la industria militar a las necesidades de la defensa y de la economía nacional al mismo tiempo.

Como parte de esos propósitos, en 1988, antes incluso del período especial, se dieron a la tarea, entre otras, del ensamblaje de compresores de distintas capacidades, destinados fundamentalmente al sector productivo civil.

Para estos compresores quisieron el merecido nombre de Titán. Titánica labor que ha enfrentado Viera con su equipo de cinco hombres, de cuyas manos han salido hasta el momento unos 800 de estos equipos. Titánica labor que han ido perfeccionando de año en año, procurando sustituir importaciones, lo cual ya logran en alrededor de un 70 por ciento. Titánica labor que no descuida, sino integra, la belleza del terminado.

Un español, de una firma productiva experimentada en estos renglones, al ver concluido un compresor Titán, se asombró de su elegancia, reveladora de muchas horas de meticulosa faena. «Es que ustedes trabajan demasiado», les dijo.

Lo que pasa es que si uno va a hacer algo, debe hacerlo bien- opina Viera y añade: -Yo no sé trabajar de otra manera.

Junto a él se han formado muchos jóvenes, como mecánicos y en otras especialidades afines. Y a él le gusta trabajar con ellos, formar en ellos los hábitos y la ética de su oficio.

Ahora está con él, desde hace 8 meses, Adrián Fariñas, de 25 años. Le pregunto si Viera no es muy matraquilloso y me dice que «sí, pero de ese modo lo ayuda a uno, gracias a eso ya soy pintor de tercera».

Menos tiempo -2 meses- lleva con Viera otro joven veinteañero, Raúl Casamayor, quien afirma seguro: «Sé que lo que voy a aprender aquí, con él, lo voy a aprender bien».

Entonces fue que Emerio, el dirigente sindical, vino a completar en su detalle la imagen de educador que él aprecia en Viera:

Este hombre es un maestro, y no solo de su oficio. A sus trabajadores los educa con su ejemplo, por eso lo siguen. Y no solo en la tarea cotidiana, sino que también los moviliza y se va con ellos al trabajo voluntario, por varios meses o los fines de semana… Bueno, a los trabajos voluntarios de fines de semana Viera viene hasta con su familia… Hasta para su familia él es un maestro!

Y para confirmarlo, aun sin proponérselo, al despedirnos Viera se disculpó, caballeroso y apenado, por no poder aceptar nuestra invitación de acompañarnos al almuerzo: los hombres de su equipo lo estaban esperando, allí en el comedor.

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